
Se levanta de la cama, el reloj aún no tan visible por la falta de claridad, marca las 4:15 A.M. Todavía el cielo está oscuro y silencioso. Entra al baño, recién se despierta totalmente cuando el chorro de agua caliente cae sobre su cuerpo y éste deja salir el vapor que se escurre por las paredes y el techo. Sale de la ducha, se escucha el tiritar de sus dientes y se ve que delgadas ondas de vapor blanco salen de su espalda húmeda, además algunas pequeñas gotas cristalinas siguen resbalando desde el cuello. Entra en su habitación nuevamente, se viste con su uniforme: un traje azul marino con tres delgadas líneas color plata en las mangas de la chaqueta, zapatos de cuero negros, camisa blanca, en sus hombros dos palas con tres franjas grises y algo brillantes, una delgada y lisa corbata negra. Se mira al espejo, se acomoda el cuello de la camisa, se ajusta el nudo de la corbata y una vez que todas las prendas encajan en armonía con su cuerpo se coloca un carnet de identificación en la solapa. Es azul, tiene una pequeña y algo borrosa fotografía de su rostro, al costado izquierdo en letras mayúsculas negras dice: CAP. BORIS FÉLIX, PRIMER OFICIAL. En la parte superior está el logotipo de la compañía de aviación; este rectangular papel está forrado por un brillante plástico transparente.
Se mira nuevamente al espejo, ahora saca del bolsillo izquierdo de la chaqueta un par de alas doradas, brillantes, pequeñas; se las impregna en la parte derecha del pecho, resaltando entre el profundo azul de la tela.
Finalmente, recoge sus maletas, las dos son de color negro, tienen forma cúbica y están repletas. Cada una lleva un membrete con sus datos personales. Las lleva arrastrándose sobre sus ruedas por el piso con cierta facilidad. Sale de su casa, toma un taxi rumbo al aeropuerto, cierra los ojos y pide a Dios que lo proteja en su trabajo, que lo acompañe en el aire, en las nubes, en el incierto y multicolor horizonte.
Diego J. Félix
No hay comentarios:
Publicar un comentario