domingo, 5 de julio de 2009

Crónica de un piloto antes de un viaje


Se levanta de la cama, el reloj aún no tan visible por la falta de claridad, marca las 4:15 A.M. Todavía el cielo está oscuro y silencioso. Entra al baño, recién se despierta totalmente cuando el chorro de agua caliente cae sobre su cuerpo y éste deja salir el vapor que se escurre por las paredes y el techo. Sale de la ducha, se escucha el tiritar de sus dientes y se ve que delgadas ondas de vapor blanco salen de su espalda húmeda, además algunas pequeñas gotas cristalinas siguen resbalando desde el cuello. Entra en su habitación nuevamente, se viste con su uniforme: un traje azul marino con tres delgadas líneas color plata en las mangas de la chaqueta, zapatos de cuero negros, camisa blanca, en sus hombros dos palas con tres franjas grises y algo brillantes, una delgada y lisa corbata negra. Se mira al espejo, se acomoda el cuello de la camisa, se ajusta el nudo de la corbata y una vez que todas las prendas encajan en armonía con su cuerpo se coloca un carnet de identificación en la solapa. Es azul, tiene una pequeña y algo borrosa fotografía de su rostro, al costado izquierdo en letras mayúsculas negras dice: CAP. BORIS FÉLIX, PRIMER OFICIAL. En la parte superior está el logotipo de la compañía de aviación; este rectangular papel está forrado por un brillante plástico transparente.
Se mira nuevamente al espejo, ahora saca del bolsillo izquierdo de la chaqueta un par de alas doradas, brillantes, pequeñas; se las impregna en la parte derecha del pecho, resaltando entre el profundo azul de la tela.
Finalmente, recoge sus maletas, las dos son de color negro, tienen forma cúbica y están repletas. Cada una lleva un membrete con sus datos personales. Las lleva arrastrándose sobre sus ruedas por el piso con cierta facilidad. Sale de su casa, toma un taxi rumbo al aeropuerto, cierra los ojos y pide a Dios que lo proteja en su trabajo, que lo acompañe en el aire, en las nubes, en el incierto y multicolor horizonte.
Diego J. Félix

Hipatia: mujer de capacidad, inteligencia y lucha



Esta científica nació en el año 370, en Alejandría, en Egipto. Su importancia como figura histórica radica en que fue la primera mujer matemática conocida en toda la humanidad. Todo el desarrollo de sus destrezas, en parte, dicen que fue gracias a la influencia de su padre, el astrónomo Teón. Se especula que fue él quien le inculcó sus conocimientos sobre astronomía y otras ciencias.
Tal fue el desenvolvimiento de esta mujer de gran inteligencia, que por el año 400 ya dirigía la Escuela de Alejandría, donde dio clases a varios personajes importantes de la época. Su especialidad, y lo que enseñaba con gran causa de conocimiento fue la filosofía neoplatónica. Toda esta doctrina estaba basada en las enseñanzas de Plotino. Este pensador señalaba que la idea de una realidad última está más allá del pensamiento. En parte, Plotino decía que no se podía llegar a esta verdad porque el ser humano, incluso, no tenía la capacidad para entenderla.
Debido a que Hipatia tenía apego por las ciencias exactas y la lógica fue relacionada con el paganismo. Por esta razón, tuvo bastantes encontrones durante la época en la que enseño a sus alumnos, varios de los cuales eran cristianos. Uno de ellos fue Sinesio de Cirerne. Con este último mantuvo constante correspondencia por lo que en determinado momento fue relacionada con él sentimentalmente.
Corría latente y disperso el rumor en Alejandría de que Hipatia era la causante de la disputa fría y encarnada entre Cirilio y Orestes, pues era una cercana y vieja amiga de quien fue su ex alumno y con quien hicieron críticas al abuso impropio y ofensivo de la Iglesia.
En el brutal asesinato según se cuenta, existe la versión de que una muchedumbre enardecida atrapo sorpresivamente a la asustada Hipataia (se dice que para ese momento ella tenía unos 60 años de edad), le rasgaron sus vestimenta, la desnudaron, salvajemente la torturaron, siendo arrastrada por toda la ciudad ante la vista atónita de los moradores fue descuartizada y sus restos luego de haberlos paseado como señal de triunfo y de terror fueron incinerados uno a uno, dejando en las llamas las cenizas de un legado intelectual, filosófico, matemático y sobre todo femenino de lucha y capacidad perenne a través de la historia.

Biografía : Pablo Andrés Félix Castillo


Nació en la capital de la mitad del mundo, un día veinte del onceavo mes de 1993. Sus progenitores son Nelson Félix y Gloria Castillo. Es el último de tres amados y considerados hijos.
Sus estudios primarios los hizo en el Instituto Bilingüe Santa Infancia, solamente el primer año de educación básica; desde segundo año ingresó a la Academia Almirante Nelson, donde actualmente cursa el 4to año de Secundaria.
Para escribir parte de la historia de vida de Pablo, mi pequeño y último hermano, me he parado varios minutos frente a la gruesa y blanca puerta de su habitación, he pasado la mirada lenta, de izquierda a derecha varias veces y he logrado descubrir pequeños y diminutos mundos que de una u otra forma me dicen parte de lo que es él.
Además se me han venido una infinidad de viejos y empolvados recuerdos a la cabeza que van pasando por mis adormitados ojos, cortas y largas etapas de mi transitada vida relacionadas con cada cosa que miro y que también tiene que ver con la de él, como al ver un balón de fútbol: viejo, algo desinflado y sucio.
Pablo y yo, entrenábamos y jugábamos con esa tan golpeada pelota en el desolado y maltratado parque de atrás de la casa. Nos colocábamos en la parte donde más suave y abundante era el verde y amarillento césped, allí montábamos los arcos de fantasía con desgastadas botellas plásticas y cuando no las encontrábamos poníamos alguna sudada prenda de vestir: gorras, chompas, camisetas, brazaletes, etc. pues al final, todo servía para delimitar los dos largos y gruesos postes verticales imaginarios.
El pequeño, entrenó y jugó fútbol por varios meses en una sencilla e improvisada escuela del barrio. Su evidente y alegrante ilusión cuando era titular y su deprimente y oscura desilusión cuando llovía o perdían partidos, son imágenes en blanco y negro que están presentes en mis recuerdos. Son parte de su corta vida.
Varios días estuvo fuera de las polvorosas canchas, hasta que en octubre del año 2007 pudo jugar en el equipo de sus amores: la Escuela de Fútbol del campeón de América, Liga Deportiva Universitaria. En este club se entrenó por varios meses y se ausentó por unos cuantos, debido a bajas calificaciones, tardes frías de lluvia, desbordante pereza y múltiples desencuentros emocionales (propios de esa edad y de cualquiera).
La alta y dura competitividad, la ausencia de buenos y cercanos compañeros y de resultados positivos, hicieron que Pablo abandonara por segunda vez al equipo “merengue”. En esta ocasión la única razón fue que no se adaptó al juvenil grupo.
Regreso de un largo y profundo bagaje de viajes mentales, y obviamente me doy cuenta que las manecillas del reloj habían dado más vueltas de las que yo pensé, de nuevo fijo mi asombrada y algo concertada mirada en el imponente fondo de su cuarto y encuentro en recién pintadas y ya algo empolvadas repisas de madera varias colecciones de brillantes y algo desgatados muñecos y figuritas como: del increíble Batman, de los poderosos Dragon Ball, del confuso y misterioso Yu-Gi Oh, de los espaciales e intergalácticos Star Wars, y del intachable Spider Man, entre otras; que también marcan parte de su aún tibia y amalgamada personalidad, pues allí están sus queridos y conservados juguetes de las primeras partes de su vida, sus divertidos y apropiados juegos, sus anhelados héroes y sus despreciables villanos.

Frente a mí, una pila de desalineadas cajas de discos compactos, puedo ver en sus un tanto borrosas portadas y carátulas que se tratan de juegos de video para Play Station. Y otra vez vienen a mi algo turbada cabeza recuerdos en los cuales mi hermano está sentado frente al televisor con el control de mando en sus manos, en las tardes, en las mañanas, en las noches, conmigo, con algún amigo o solo, se entretiene y pasa el tiempo intentando ganar el ajetreado juego. Creo que esta es una actividad frecuente en él, le gusta, le encanta y desde pequeño tuvo fascinación hacia los videojuegos, a adentrarse en realidades virtuales que a veces creo que afectan su identidad.
En otro iluminado y claro rincón del barroco cuarto veo una guitarra eléctrica muy atractiva, es de color rojo y negro, está allí, acostada sobre su mal tendida cama reposando después de una larga y cansada jornada de haber sido utilizada por las gruesas y algo toscas manos mi pequeño hermano. Canciones de Guns &Roses, Metalica, Black Sabbath, Aerosmith y varios grupos de rock gringo de los ochentas y noventas son el repertorio de casi todas las tardes, muchas canciones suenan perfectamente, otras no tanto, pero están dentro de las emociones de Pablo y de su gusto musical. Nuevamente una descarga de imágenes y recuerdos pasan por mi mente. Las manos de mi hermano agarrando la guitarra, formando una sola figura armónica e inseparable con un fondo de notas y acordes que se repiten una y otra vez cada día.
Pablo Andrés, un chico de pocas palabras, sencillo, amable, honesto, aparentemente cerrado en su propio y misterioso mundo pero que sabe compartir lo mucho o poco que tiene con los seres que ama. Su cariño único e indescifrable está expresado a través de forzados cumplidos y destellantes sonrisas profundas. En cuanto a logros, pues a lo largo de su vida sólo él los sabrá, pero sin duda se ha ganado un lugar exclusivo en los corazones palpitantes de nuestra numerosa familia. Lo vemos como de costumbre que de lunes a viernes, toma su colorida mochila (muy pesada), se la pone en su ancha espalda, sale de la casa, intenta vivir, quiere vivir.

Al amor lo encontré también en mis sueños


Son las diez de la mañana, es verano pero aún el calor no arremete contra mí, siempre lo hace al medio día. Detrás de mí, una fila de personas, todas con sus pasaportes en la mano, me doy cuenta que los hay de diferentes colores, pero ninguno como el mío, la mayoría son extranjeros como yo. Las sensaciones y emociones que puedo ver en sus rostros son múltiples, unos tienen una valija como cabeza, otros una casa y algunos son famosos de la televisión. A lo lejos, casi una de las últimas en la formación (que me recuerda a la escuela) veo a una chica, es mediana, lleva un bolso blanco, pero no puedo ver su cara, está de espaldas parece que busca a alguien, creo que está sola o tal vez su cita no ha llegado a tiempo. Me impacta la sensación que ella emite, así es la sensación del que espera, del que tiene prisa…
Es hora de embarcar, en los altoparlantes se anuncian itinerarios y planes de emergencia, anuncios de rutina, busco un asiento si es posible un fila en la que no tenga que compartir con nadie, quiero acostarme, me siento cansado y ansioso, no se por qué, de repente venía de nuevo a mi mente la chica de la fila, cierro los ojos, su imagen se va, no recuerdo casi nada de ella, ni siquiera lo que llevaba puesto, que raro. Abro mis ojos nuevamente, allí está unas cuantas filas delante de la mía, acomoda una bufanda verde en el respaldar del asiento, ella viste de negro, carajo, no se deja ver la cara, tiene el cabello oscuro…
- ¡Que fueff! ¿Cómo vas loco?
Un amigo de la infancia me acompaña, está junto a mí y me dice que el barco tiene rumbo distinto, que el uso horario es diferente, que el clima ha cambiado y que él regularmente utiliza ese transporte, etc. me confunde, me despista, quiero que se vaya.
- Chau, cuídate ya nos vemos afuera.
Al fin se ha ido, pero ahora estoy en otra parte, en una zona al parecer exclusiva del barco, pasajeros dormidos, la mayoría son ancianos, una tripulante se acerca pero me habla en un idioma distinto, quiero gritar, pero no puedo, mi voz cada vez se encoje, tengo un vació en el pecho, siento que me ahorcan.
¡Por dios, la chica de bufanda verde!, la veo, salía de la cafetería, se aleja por el pasillo, hay tres, y ella va por el central, quiero correr y no puedo, siento que la he visto en algún lado, se aleja más y más.
De nuevo se fue, se ha ido, no me queda más que esperar el arribo, ni siquiera sé que carajo voy hacer cuando llegue porque no conozco ése lugar, observo mi boleto, ahora padezco de ceguera, maldita sea no puedo leer, la gente habla de “ése lugar”… me confundo, no entiendo nada, quiero regresar a mi casa.
Ahora, camino hacia mi asiento, alguien nuevamente me reconoce, jamás la había visto en mi vida, es una mujer joven, blanca cabello rojo y rizado y ojos color gris. Me llama de nuevo, no puedo hablar, repite mi nombre varias veces, la entiendo, a l fin alguien que habla el mismo idioma, le pregunto:
- A dónde vamos
- No sabrás …???
- No lo sé, creo que me he equivocado de barco
- Vamos, tranquilo de que vamos a llegar, vamos a llegar, falta poco…
Tiene un acento agradable, no es el de mi tierra, pero me gusta, me siento junto a ella, me cuenta sobre un tal José, y dice que él nos espera, me pregunta sobre unos documentos, unos deberes, unas pruebas, no se nada. Me siento como un loco. Creo que se confundió de persona. Cierro los ojos, de nuevo la imagen de ella, la mujer del bolso blanco y cabellos castaños en mi mente. ¿Cómo se llama? ¿Qué hace? ¿Estará sola? ¿Necesitará ayuda como yo? Tal vez ella me puede ayudar… ¿será buena gente? Y ¿qué tal si es guapa y me gusta? O ¿qué tal si es antipática y termina delatándome… pero de qué??? Por dios ella sabe algo mío, ella posee algo de mí, tengo esa sensación… la voy a buscar ahora…
Abro los ojos, estoy cerca de un río, mis pies están sobre rocas gigantes que se acomodan entre el agua, plantas y unas cuantas botellas plásticas, el sol me pega de frente, diablos ya es medio día, estoy sudando pero me siento tranquilo, me agacho y recojo agua para lavarme la cara, refriego mis ojos, mojo un poco mi cabello, ella está acá…
La veo, unas cuantas rocas nos separan, es sorprendente que se haya acercado justamente aquí, de seguro quiere hablar conmigo, o es bastante audaz porque al redor nuestro no hay nadie más, solo estamos los dos.
¿Es ella…?
Tiene la piel blanca, es pequeña, dulce, de pecas en la nariz espolvoreadas armónicamente por el viento, sus cabellos danzan en frente de mis ojos, me hipnotizan y hacen que mi mirada termine en la suya, la miro directamente, son dos circunferencias del color del sol y en el centro pequeños abismos que no se a dónde llevan. (Ojalá fuese hacia su corazón), me rastrean como buscando algo, algo nuevo o algo distinto, no puedo moverme.
El viento se arremolina en lo que ahora es nuestro lecho, nuestro lugar de encuentro, único, bello, desconocido, pero bello a la final. No tengo oportunidad de apreciar punto a punto el entorno, mis ojos siguen atrapados en los de ella. Al fin veo sus pies, son pequeños y delicados, un pantalón negro, apegado, que encaja perfectamente entre sus ligeros muslos; en su cintura, lleva una especie de víbora verde que ha escapado de algún pantano virgen, está aferrada y ajustada, me mira, tiene ojos color plata, en su cintura puedo ver un poco de piel, es blanca, mi corazón palpita, o ¿es que antes estaba muerto?
Un corsé negro recubre su torso y alinea más su figura, resaltando el blanco resplandeciente de su pecho, de sus hombros: la piel que los envuelven se ve tan suaves como la seda, algunos lunares dibujan un camino perfecto hacia su cuello, y éste me da vía libre hacia sus labios, cortos, rosados, delgados, dulces, ya los había visto antes, tal vez ya los besé. Sus brazos se entrelazan en mi cuello, no lo puedo creer, quiero besarla, separa los labios, creo que quiere decir algo:
- Te amo
- Y yo a vos
Definitivamente es ella.
Me desperté…
He estado buscando inspiraciones, o recuerdos que me lleven a recordar lo que es el amor, específicamente el amor hacia otra persona, hacia una mujer, el primer amor, atrapante, el envolvente, aquel hermoso y caótico a la vez, el sencillo y desinteresado, el complicado y confuso, si ése mismo, el que nos llevó a cometer las primeras locuras, las primeras cursilerías, aquel que tenía de eso mucho y de aquello poco. Bueno sea el primero, segundo o el número que se lo asigne, me refiero a los grandes amores, a ese sentimiento lírico, desafiante, de versos y melodías.
El tema en el que me adentro es discutible, y sé que muchos pensarán que al amor se lo encuentra en uno mismo, no lo niego, pero ¿por qué duele tanto la ausencia de ella? ¿Por qué los recuerdos son cada vez más profundos y vacíos en mi corazón? ¿Por qué los sueños se tratan de ella?, y sería allí tal vez en donde también encuentre el amor, en un indescifrable mundo onírico y de fantasía, allí lo he encontrado, entre sueños, a cualquier hora del día: esperanzadores, tristes, pesadillas; bueno, eso depende de Morfeo, en cuanto a mí, allí he encontrado el amor.

Abril 18 de 2009